Innovar o morir. El ser humano se ha caracterizado por seguir un proceso de innovación continuo a lo largo de la historia. Innovación que puede entenderse como la transformación para ser más eficientes; hacer las cosas de manera distinta, introduciendo ciertas novedades no necesariamente tecnológicas, para aportar valor. Y es ese aporte de valor lo que hemos de buscar siempre.
Los cambios constantes en la sociedad, sus inquietudes y necesidades emergentes, se traducen en una transformación continua de las compañías a través de soluciones innovadoras. Para lograrlo, la clave reside en seguir un ejercicio metódico y pautado, en la observación de lo que ocurre a nuestro alrededor y en identificar oportunidades.
En la prestación de servicios resulta indispensable la escucha activa de los clientes, usuarios y también de las personas que están en la primera línea llevando a cabo el servicio diario. Conocer en profundidad sus necesidades y detectar los aspectos de mejora es fundamental para potenciar la productividad y bienestar desde un enfoque cada vez más centrado en las personas.
Y, en este sentido, son las personas las que principalmente intervienen en servicios como la limpieza, los servicios técnicos o de workplace; personas que buscan soluciones cotidianas a los problemas que surgen.
Así, la experiencia nos ha demostrado que, transformaciones no tecnológicas y aparentemente sencillas, son capaces de generar ese impacto positivo en el día a día de profesionales y usuarios de los servicios. Optar por la utilización de productos concentrados y más respetuosos con el planeta, ofrecer utensilios y métodos más ergonómicos, analizar el comportamiento de los usuarios para optimizar los espacios, y un largo etcétera, influyen directamente en el bienestar de las personas. Y, por supuesto, generan valor.
La tecnología como aceleradora
Aunque innovación y digitalización no van siempre de la mano, es cierto que la tecnología se ha convertido en una aliada estratégica. Los avances tecnológicos, como el Internet of Things (IoT) o el Big Data, no dejan de sucederse y se manifiestan como elementos que revolucionarán el día a día del Facility Management.
Asimismo, la introducción de aplicaciones tecnológicas en las instalaciones fomenta una mejor experiencia de usuario y un impacto positivo en las personas, así como una reducción de tiempos y del consumo de recursos. Un ejemplo de ello es el mayor -y mejor- control de uso de los espacios, así como de elementos como la luz, la temperatura o el agua, redundando en una mejor toma de decisiones y en una gestión de los edificios más sostenible.
Hablamos, por tanto, de que innovar no solo permite una clara optimización de recursos, sino que supone una gran oportunidad para configurar las empresas del futuro, organizaciones que fomenten el bienestar de las personas y que verdaderamente aporten valor a la sociedad.
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